sábado, 11 de julio de 2015

San Benito

(Nursia, Italia, h. 480 - Montecassino, id., 547) Patriarca de los monjes de Occidente y fundador de la orden de los benedictinos. Nacido en el seno de una familia patricia, estudió retórica, filosofía y derecho en Roma. Los datos disponibles sobre su vida, relatada por San Gregorio Magno en el segundo libro de sus Diálogos, son de escasa fiabilidad. Se cuenta que a los veinte años huyó al desierto de Subiaco, donde el monje Román le impuso el hábito monástico. En poco tiempo fundó doce monasterios. La fama de su santidad le valió la enemistad de otros sacerdotes vecinos, por lo que abandonó Subiaco y se instaló en Montecassino, donde hizo construir un monasterio sobre las ruinas de un antiguo templo pagano. Allí redactó, hacia el año 540, su célebre Regla, que establece la humildad, la abnegación y la obediencia como ejes fundamentales de la vida del monje. El convento es definido como una comunidad aislada del mundo por la clausura y vinculada a él por la hospitalidad. Adoptados por San Benito de Aniano, los preceptos de San Benito de Nursia fueron ampliamente difundidos durante la época carolingia y siguen rigiendo en la actualidad la orden benedictina.

SU FUNDACIÓN MÁS FAMOSA. Con unos discípulos que le habían sido siempre fieles (San Mauro, San Plácido y otros) se dirigió hacia un monte escarpado, llamado Monte Casino. Allá iba a fundar su famosísima Comunidad de Benedictinos. Su monasterio de Monte Casino ha sido famoso durante muchos siglos.
En el año 530, después de ayunar y rezar por 40 días, empezó la construcción del convento, en la cima del Monte. En ese sitio había un templo pagano, dedicado a Apolo; lo hizo derribar y en su lugar construyó una capilla católica. Luego con sus discípulos fue evangelizando a todos los paganos que vivían en los alrededores, y enseguida sí empezó a levantar el edificio, del cual por tantos siglos han salido santos misioneros a llevar la santidad a pueblos y naciones.

MORIR DE PIE, COMO LOS ROBLES. El 21 de marzo del año 543, estaba el santo en la Ceremonia del Jueves Santo, cuando se sintió morir. Se apoyó en los brazos de dos de sus discípulos, y elevando sus ojos hacia el cielo cumplió una vez más lo que tanto recomendaba a los que lo escuchaban: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo", y lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto había anhelado, quedó muerto.
Dos de sus monjes estaban lejos de allí rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en el que moría el santo.

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